13 octubre 2007

Actitudes personales

Nos comentaba Carlos, nuestro profesor de “Actitudes personales”, que definir claramente lo que es o se considera una relación sexual es ciertamente imposible si se quiere conseguir una opinión unánime, un consenso, entre los diferentes profesionales que se relacionan con la Sexología (sexólogos, médicos, psicólogos, antropólogos, filósofos, sociólogos,…).
Para unos, una relación sexual sería aquella que nos proporciona un placer de los sentidos, el cuerpo, el alma, bien en compañía de nuestro/a/s amante/s, en solitario o circunstancialmente con cualquier ser vivo que comparta un espacio con nosotros, con independencia de que exista contacto físico. Esta visión es bastante global, casi, casi rozando con el panteísmo y la integración con nuestra amada Gaia e, incluso, con la totalidad del Cosmos.
Para otros, sexo equivaldría exclusivamente a coito. Esta visión tan “falocéntrica”, es bastante “reduccionista” pero contrariamente a lo que podría parecer es de las más extendidas. Para una gran mayoría de la población planetaria, una relación sexual no se consuma si no hay penetración. Teniendo esto en cuenta no habría sexo cuando los dos miembros de la pareja son mujeres o cuando esta está formada por hombres y dentro de sus juegos sexuales no hay penetración anal.
A muchos de los que lean éste post les sorprenderán esas últimas disquisiciones pero simplemente voy a comentar un par de datos que sobrecogen por su actualidad y por sintonizar con la opinión de muchos de nuestros ciudadanos.
Uno de estos datos es el del tan cacareado impeachment al que fue sometido el ex-presidente de EE.UU., Bill Clinton por sus relaciones ¿sexuales? con la mediáticamente célebre Monica Lewinsky. Recordarán que el ex-presidente se defendió alegando que el no consideraba (o no sabía) que el sexo oral y los demás juegos eróticos mantenidos entre ambos fueran parte de una relación sexual. El argumento parece que le sirvió para conseguir sus propósitos porque la gran mayoría de los implicados en el proceso, por lo menos de cara a la galería de los mass media, estuvieron de acuerdo con sus palabras.
El otro dato es un poco más antiguo. San Agustín, uno de los grandes padres de la Iglesia cristiana, gran conocedor de la materia de la que tratamos en este post, se dedicó a escribir una serie de recomendaciones para los futuros cónyuges en su etapa de noviazgo o pre-noviazgo. Venía a decir que las muestras de afecto recíprocas entre amados podían incluir todo tipo de tocamientos e, incluso, la penetración anal, aunque nunca la penetración vaginal porque esta última suponía la pérdida de la virginidad de la mujer que debía ir “intacta” al matrimonio. La penetración anal al ser “contra natura”, aun siendo pecado (y por tanto perdonable mediante confesión, contrición y completo arrepentimiento), podía ser parte de la ceremonia amatoria permisible en ciertas situaciones de apremio.
Y como padres tiene la Santa Madre Iglesia no voy a tratar de discutir en uno u otro sentido.
La verdad es que el objeto de este post era muy diferente al empezar a escribir. Deseaba realmente expresar mi sentimiento de pesar porque personas tan válidas como Carlos, que saben transmitir a sus alumnos conocimientos y, sobre todo, una forma de valorar, criticar y discutir los conocimientos propios y ajenos, dejen su magisterio bien por alcanzar una determinada edad (denominada “de jubilación”) o porque se les vaya poco a poco marginando porque se van imponiendo ideas más light en lo que se considera la enseñanza del siglo XXI. Mientras que otros muchos de los que se dedican a enseñar, por llamarlo de alguna forma discreta, prestarían mejores servicios o empresas a la comunidad en otras áreas de la vida profesional.
Y lo digo con conocimiento de causa porque llevo casi 24 años formando (o deformando) a estudiantes universitarios y veo cada vez con mayor claridad que mientras que los alumnos, mayoritariamente, siguen llegando con grandes ilusiones por adquirir conocimientos, competencias, habilidades…, muchos de mis compañeros parece ser que tienen bastante con poder sobrevivir a sus caos personales.